El sonido de la cigarra
Hoy es uno de esos días de primera vez.
Es la primera vez que me he dado cuenta que se estaba poniendo el sol, y me he sentado con los pies en el agua a ver como se iba oscureciendo el día. Cantaban algunos pájaros, empezaban a aflorar los primeros murciélagos. Al fondo un perro ladraba, un gato maullaba.
No tenía prisa, a pesar de tener mil cosas que hacer y mil motivos que podrían ocupar mi mente. Muchos mensajes, cuatro llamadas perdidas.
Pero me he dado cuenta que lo único que perdemos es el tiempo. Que todos los días nos perdemos cosas maravillosas que ocurren en ese preciado y escaso tiempo.
Si pones el oído, justo en el tercer árbol a la izquierda, se escucha el audaz sonido de los pájaros en un nido. Golondrinas quizá. La vida que se abre camino.
Me doy cuenta, con el paso de los años que la vida es maravillosa y que no sabemos sacarle partido. Que pasan los días como otro cualquiera, pero no nos damos cuenta que ese día pasado nunca regresará.
Hoy me prometí a mi misma pararme a escuchar el gallo cantando. A poner especial atención en descubrir la rama del árbol donde canta la cigarra. A sentir bien y mejor, a serme leal, y no faltarme a mis promesas.
Nunca me había bañado en mi propia piscina de noche. Hasta hoy. Y me he dado cuenta que no estaba fría.
A veces le tenemos demasiado miedo a algo sólo porque pensamos que no seremos capaces. Métete en el agua y si esta helada, siempre podrás nadar para entrar en calor.
Nadie dijo que fuera fácil.
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