La llave de Eva
La llave gira dentro de la cerradura una vez más. Antes de abrir suspiras, cansada.
Hoy se hizo demasiado tarde, otra vez, pero tocó despedir a uno de esos perros que has visto crecer desde que era una pequeña y entrañable bola de pelo. No era tu primera vez pero siempre es como la primera vez.
Otro día dejaste el reloj aparcado y no escuchaste el maullido que tienes de tono de llamada las 6 veces que te llamó tu marido para saber si ibas a cenar porque tu mente no estaba en el resto del mundo.
Tenías una vida en tus manos dentro de un quirófano donde los pitidos del monitor ocupaban toda tu atención.
La semana pasada estabas tan sumergida en los libros buscando la solución a esa rara enfermedad que no responde a nada que olvidaste que habías quedado con una amiga para despejarte.
No recuerdas la última vez que tuviste tiempo para ti sin dedicar una parte de tu pensamiento a ese perro al que quieres mejorarle la vida pero su dueño no está dispuesto a intentarlo, aunque ofrezcas cada herramienta que tienes guardada en cada cajón.
La vida está llena de gente bonita con manos que cuidan y curan, con la ropa llena de pelos y que te cruzas en la calle y no sabes quienes son. Porque no tienen capa de súper heroe ni tiempo para contar porque están tan cansados. Son sólo perros. Son sólo gatos. A quién le importa.
Pero entonces te levantas cada mañana por difícil que sea, aunque los castillos de tu vida empiecen a desmoronarse, te pones la mejor sonrisa, los guantes y la mascarilla y te enfundas en ese uniforme de colores tan bonito que compraste con tanta ilusión en aquella convención. Y sin darte cuenta salvas tantas vidas como entran por la puerta. La del perro que es la única compañía de ese señor mayor o la del gato que es la alegría de esos niños de esa familia desestructurada. Y los salvas a todos, porque sin darte cuenta, también te salvas tú.
Y giras la llave y abres la puerta. Estás en casa.
Gracias, Eva, por hacer de este mundo uno mejor para aquellos que se cruzan en tu camino.
Nuestra superheroina sin capa, pero con bata.
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