El pasado.

 Hace unos años, escribí para mí durante tanto tiempo que perdí la cuenta.

En secreto, me contaba a mi misma dónde encontrarme sin saber aún dónde me escondía. 

Y me aliviaba. Me aliviaba leerme y entenderme cuando ni yo lo hacía. 

Cuentos, frases, palabras. Me perdí en un abismo donde no encontraba salida. Pero escribir me ayudaba. Me sanaba. 

Me di cuenta cuando dejé de hacerlo. Cuando pasaron semanas y no había vuelto. Me di cuenta cuando las heridas cerraron, cuando pasó el dolor y decidí que era el momento de perdonarme no haber sido yo durante tantos años. Y también entendí que dejar de ser, me costaría sentir.

Ahora miro atrás y quizá me duela verme reflejada en muchos de mis escritos. Pero también me reconforta ver el camino andado, saber que estuve allí. Pero que siempre sale el sol. Que de la semilla nació un manzano. Que bajo el precipicio no había más que el sonido del viento. Y que estando arriba solo podía seguir subiendo. 

Y no cambiaría nada de todo lo aprendido. 

Que hoy me hace ser quien soy.  


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